El hombre actual


¿Qué podemos decir del ser humano? 
La respuesta a esta pregunta no ha sido la misma a lo largo de la historia. En cada etapa de la existencia el hombre se le ha dado unas características que lo convertían en una cosa u otra: divino, mecánico, natural, instintivo, mentiroso... Pero, ¿por cuál decantarse? Esta respuesta sigue sin estar del todo clara, ya que el hombre no es algo exacto.

El hombre llega al mundo, y, con su vida, experiencias y también condicionado por el entorno, va construyéndose a sí mismo. Esto es, como dijo el filósofo francés Jean Paul Sartre, el hecho de que "la existencia precede a la esencia". El ser humano como Heidegger afirmaba 'está ahí', existe, y se proyecta hacia el futuro teniendo en cuenta lo vivido en el pasado. El futuro claramente es incierto, por tanto, la vida se presenta llena de inseguridades, pues esta proyección de planes puede verse truncada en cualquier momento por agentes externos contra los que no podemos luchar. ¿Cómo hace el humano entonces para afrontar esta inseguridad e incertidumbre? Hasta hace unos años, la mejor vía de escape para estas preocupaciones y frustraciones era la religión. esta, actuaba como un refugio para no cargar con el sufrimiento y las decisiones de la vida, puesto que Dios disponía y el mundo actuaba guiado por el y sus valores.

En la actualidad, en los países más desarrollados el peso de la religión en las vidas cotidianas ha disminuido,o incluso desaparecido para muchas personas. Nadie se siente perdido sin tener a dios en su vida. Cada persona se crea su proyecto, tienen sus valores y se marca un objetivo. Tomamos decisiones y buscamos sobresalir por encima de la mayoría, para así sentirnos triunfadores, personas que han alcanzado un éxito que los demás querrían tener y no han logrado. El individuo, ya desde una temprana edad, es educado para ello, se influencia su manera de ser de tal manera que, por ejemplo, respecto a la educación, si una nota no supera el límite marcado con 'aprobado', este se siente, o más bien, le hacen sentirse, un fracasado. Se ha dejado de lado el placer de aprender, de ampliar la visión, los conocimientos y se ha sustituido por una perpetua competencia que alimenta odios y rivalidades que de ninguna manera contribuyen a nuestra felicidad. Esta forma de entender la vida como una competencia lleva al pensamiento de que todo lo que hagamos tiene que ser para triunfar, para ser mejor que el de al lado. Por tanto, si algún obstáculo nos trunca el camino hacia estos 'éxitos', nos sumimos en un estado de nerviosismo, de angustia y desesperación, en lugar de afrontarlo e intentar sacar provecho de lo que nos depara la vida. Por ello, pocas personas, teniendo la oportunidad de ascender en la vida, incluso si necesitan perjudicar a otros para conseguirlo, la rechazarían. 

El capitalismo ha arrebatado a la población los valores humanos de respeto, de igualdad, de ayuda... El dinero se ha convertido en el centro de la vida de la mayoría de las personas, que agotan sus fuerzas por conseguir más y más, perjudicándose incluso a sí mismos; y el consumismo provoca 'necesidades', que aunque en realidad sean innecesarias, son otro motivo de angustia si no se satisfacen. Los objetos que adquirimos ya no tienen valor para nosotros por el objeto en sí, sino que adquieren más valor, cuanta más exclusividad y superioridad dan respecto a los demás. Esto es lo que Karl Marx sostenía: el modelo económico da lugar al modelo social. Son ahora las clases poderosas, en lugar de Dios, quienes imponen los valores.
¿No es esto entonces otra especie de 'dios'? La gente idealiza a personajes poderosos hasta el punto de sentirse mal si no son como ellos. Los imitan, adoran y consideran todo lo que estos hacen como algo bueno, sin importarles dejar de lado sus propias ideas y valores.

Por ello, es una necesidad vital que la sociedad se libere de esta alienación. Que cada persona cree de verdad su propio proyecto de vida sin dejarse guiar por la masa, las modas o corrientes insustanciales. A pesar de que los males estén presentes en nuestra vida, debemos concienciarnos de que siempre tendremos la posibilidad de elegir qué ser y de que nuestro tiempo en esta vida debe ser aprovechado. La muerte es ineludible, y cuando llegue el momento, nada nos gustará más que haber vivido una vida con sentido y satisfacciones propias.




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